La flora de Canarias y California es cada vez más parecida. Unos 9.200
kilómetros los separan, pero comparten más especies que hace cincuenta
años. En este mundo globalizado, los invasores biológicos campan a sus
anchas. O, al menos, eso intentan. Todos ellos se caracterizan por
encontrarse fuera de su área natural de distribución y haberse adaptado
al nuevo entorno. Al hacerlo, carecen de enemigos, se liberan de las
enfermedades propias de sus lugares de origen y se vuelven más fuertes
que los nativos. El aumento del transporte de personas y mercancías por
todo el planeta permite que viajen sin apenas trabas, ya sea de forma
accidental o intencionada, como las plantas ornamentales o las mascotas.
Para
poner freno a los daños medioambientales, sanitarios y económicos que
causan en España, un Real Decreto aprobado en 2011 creó un Catálogo de Especies Exóticas Invasoras y un Listado de Especies Exóticas con Potencial Invasor. Así
se reconocía que un ser vivo hoy inofensivo puede provocar un impacto
mañana. Los animales y plantas incluidos en el Catálogo se habían
demostrado como invasores, mientras que los del Listado apuntaban a
serlo, por lo que debían ser vigilados. En cualquier caso, todos los censados en ambas disposiciones no podían ser ni comercializados ni introducidos en los ecosistemas españoles.
Ahora,
el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente ultima un
proyecto con el que regulará el Catálogo y eliminará el Listado. En el
lugar de este último figurará un artículo para que las comunidades
autónomas y la Comisión Estatal de Patrimonio Natural y la Biodiversidad
elaboren una relación de especies sospechosas. Aunque está previsto
traspasar algunas de las que se incluían en el antiguo mecanismo de
vigilancia, más de 200 se quedarán fuera.
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