Se trata de un método destinado a evitar la pesca accidental de escualos.
Lo están poniendo a prueba científicos en L'Oceanogràfic de la Ciudad
de las Artes y las Ciencias de Valencia, y se basa en que el
hocico de lo tiburones está cubierto con las ampollas de Lorenzini,
órganos sensoriales que permiten detectar campos magnéticos en el agua.
Cuando estos campos son excesivamente altos, en lugar de atraerles les
asustan, de manera que, en teoría, colocando imanes en los anzuelos de
los pescadores a una determinada potencia se podría evitar su captura
indeseada.
Las primeras pruebas experimentales se están realizando en dos piscinas con tiburones pintarroja o tiburones gato,
que suelen cazarse accidentalmente durante la pesca del pez espada. En
ambas se depositó comida y en una de ellas, además, se introdujó un
imán. De este modo los científicos han podido demostrar que, en esta
última piscina, los animales apenas se han acercado a la comida, lo que
corroboraría la hipótesis de que el imán puede repelerles.
Tras
filmar los ensayos en estas piscinas durante tres meses y analizarlos
con herramientas informáticas, los investigadores esperan poder afinar
la potencia que requieren los imanes para conseguir este efecto, así
como el número necesario para introducir en los aparejos usados en la
pesca artesanal. La iniciativa es interesante si tenemos en cuenta que,
según un estudio reciente de la FAO, las poblaciones de tiburones en el Mediterráneo y el Mar Negro han disminuido notablemente en los últimos dos siglos y
que los escualos se encuentran en este momento en peligro de extinción.
Está previsto hacer experimentos con otras especies de tiburones, como
el tiburón azul y el marrajo, que con frecuencia son capturados en la
pesca de atunes.
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