Agilidad mental. Para tu cerebro, parece que es mucho
mejor beber vino que abstenerse de hacerlo. Así lo prueban cerca de 70
estudios científicos recientes que muestran cómo el consumo leve o
moderado de vino mejora la función cognitiva y la agilidad mental.
Además, ingerirlo en pequeñas dosis previene la demencia, tal y como
demostraba un estudio de la Academia Sueca Sahlgrenska basado en un
seguimiento a 1.500 mujeres durante 34 años. Posiblemente se debe a que
los antioxidantes
del vino reducen la inflamación, impiden que las arterias se endurezcan
(aterosclerosis) e inhiben la coagulación, mejorando así el riego
sanguíneo de nuestro órgano pensante, tal y como concluía un análisis
publicado en el Acta Neurologica Scandinavica.
Antigrasa. El consumo de vino activa al gen SIRT1,
que impide la formación de nuevas células de grasa y ayuda a movilizar
las ya existentes, tal y como demostraban científicos del Instituto
Tecnológico de Massachusetts (MIT) en un estudio publicado en Nature. Otro trabajo dado a conocer en la revista Archives of Internal Medicine concluía
que, aunque el alcohol contiene 7 calorías por gramo, sus efectos sobre
el metabolismo hacen que beber vino moderadamente reduzca la obesidad y
el sobrepeso al envejecer. La dosis diaria óptima, según la
investigación, serían 40 gramos de alcohol al día.